Aquí me tienen, preparado para lo que venga.
Soy Klint, Gustavo Klint, un hombre, austriaco, una persona, un psicópata sublimado, un descarado, un sinvergüenza. Y además, ante todo, un cirujano.
Pronto me tendrán a su disposición. Sólo para sus ojos. No esperen la corrección política de mi. No sirvo. Me molestan los meapilas, los tibios, los adocenados, los que sonríen como si supieran cosas que se reservan. Me joden los poetas. Sobre todo si van de marginales. No soporto el almibar. Me da náuseas. Aún menos la mermelada. Eso queda para la leyenda urbana de Ricky Martin.
Llevo saltándome los códigos éticos desde que Hipócrates lactaba. Como muchos otros. ¿La diferencia? Soy menos hipócrita. Me produce reflujo.